2021: Aunque los sueños se me rompan en pedazos

«Aunque los sueños se me rompan en pedazos… resistiré», así termina la canción «Resistiré», que canté en la madrugada del jueves 18 de febrero, cuando me enteré que mi papá dejaba el plano terrenal. Resistiré , en la versión de David Bolzoni, se convirtió en un mantra en los momentos difíciles, su letra lo deja en evidencia.

No creí que el 2021 iba a empezar de una manera de despedida. En 2020, afectados por la pandemia, no pude seguir con la universidad, ya que no había posibilidad de regresar a clases tan pronto. Por un lado estaba tranquilo, porque podía ayudar a mi papá en el negocio familiar en la mayor parte del tiempo. Entre abril y junio nos quedamos en casa porque había confinamiento extremo, pues mi papá salía a trabajar y nos tocaba quedarnos. Ya de junio en adelante asistí al trabajo con todas las medidas de bioseguridad que requerían. Con poca información del coronavirus al respecto, todo era engorroso.

En octubre volvió el fútbol local, mi distracción y también mi pasión. Deportivo Táchira jugaba el torneo Normalización en Barinas, y nos tocaba que seguirlo detrás de una pantalla o escuchando una radio. En la mañana en la oficina y en los días de juego relatando o haciendo máster, porque así tocó la distribución. del grupo en 94.1. fm. El comentario después del partido no podía faltar, así estuviésemos tristes y contentos. Solo un partido no pudimos transmitir por problemas técnicos, fue el Táchira 1 Metropolitanos 0, vimos los dos el partido en casa en la tele del cuarto, fue el último. Los demás si me tocó ir a la radio. Táchira llegó a la final con La Guaira, después de ser líder en el grupo B. Salí de ese martes de la oficina con fe, porque este equipo repleto de jóvenes nos hizo creer que la posibilidad estaba viva una vez más. Termió el partido con derrota, los goles de Charlis y Chapa robaron la ilusión. Mi papá llamó a Joao, cabeza de grupo, en agradecimiento por el trabajo. Cuando me llegó a buscar en El Pinar, lo vi llorando felicitándome, porque habíamos hecho un gran trabajo, habíamos transmitido emociones durante el semestre. Yo pues no estaba de ánimos, pues Táchira volvía a perder una final, pero él consolándome me dijo: «Rei, no se ponga así, este equipo con jugadores de más experiencia,con estos chamos en mejor nivel, y con Juan Domingo nuevamente, Táchira será campeón el año que viene». Yo en ese momento no comenté nada camino a casa, simplemente llegué a dormir, entendiendo que tenía que esperar el año que viene para ver a Táchira competir, la deportividad permite eso.

A final de año agradecí a Dios, por tener salud, por tener a mis padres vivos, en medio de un 2020 complicado, por tener a mi familia unida.

En 2021 cumplía 24 años, las expectativas eran muy altas, En enero estuve colaborando en la emisora con lo de la Vuelta al Táchira, fue una experiencia diferente. Mi papá me acompañó por única vez en una cabina de radio, vio el trajín que llevaba de atender las llamadas. Y me comprendió, yo en parte estaba feliz porque estaba ahí, bancándome como siempre. Pasamos días tranquilos en el hogar, nada por qué preocuparse.

En febrero enfermó, llegó el virus, no pude abrazarlo, y el golpe no lo asimilaba. Pasaban los días y me sentía derrotado, angustiado, preocupado. Desde el 6 de febrero me tocaba verlo a metros de distancia, no podía abrazarlo y solamente me quedaba decirle «recupérate pronto, nos haces falta». Esa semana trabajé arduamente, le dije a mi papá que no se preocupara, que todo saldría bien, él sabiendo que se quedaba en casa me dijo el 11 de febrero: «hijo, yo lo voy a recompensar». Yo le dije: «lo único que me va a recompensar es que te levantes de esa cama y me acompañes a la oficina». El sábado 13 de febrero en la tarde noche, debió salir al hospital por tema de óxigeno. Fueron días complicados para mí, días difíciles y muy grises. Ese día vi por última vez a mi papá. Cuando entró nos mostró el pulgar arriba y nos daba la tranquilidad de que podía salir pronto. El miércoles 17 pasé un mal rato, que recordarlo me da rabia y sentimiento de derrota. Porque hice lo que pude por mi viejo, y jugaron con eso. Esa parte la quiero dejar hasta allí porque fue muy lamentable. Ese día me dormí con mucha tristeza sin saber que la noche fuera tan larga. Amaneció el 18 de febrero y todo cambió para siempre.

Me costó asimilar que mi papá ya no estaba físicamente. Salir a trabajar y saber que no iba a entrar a la oficina preguntándome qué novedades hay, a quién contarle sobre lo que pasaba en el fútbol, que él me comprendía. Que no iba a estar en mi cumpleaños en marzo, ni íbamos a pasar un Día del Padre juntos, como siempre lo habíamos hecho.

Pasaron los días, volví a estudiar mientras trabajaba, me costó adaptarme a estas circunstancias. Afortunadamente avancé una parte en lo académico. Seguí trabajando, seguí haciendo radio. Transmití Copa América, Eurocopa, y el torneo local con Táchira. Estuve asistiendo al estadio como mínimo una vez al año durante más de una década y decidí no hacerlo esta vez. Primero por cábala, una corazonada me decía que por primera vez sin ir al palco de prensa desde que soy acreditado podría pasar lo que estaba anhelando, y segundo porque me iba a sentir vacío sabiendo que saldría de Pueblo Nuevo sin mi papá esperándome, y eso formaba parte de mis días viendo fútbol.

Me aferré como nunca a esas palabras del 15 de diciembre del año pasado, me ilusioné hasta el final, tenía un motivo para creer que Táchira iba a dar la vuelta. Nunca fue fácil. El 1 de diciembre después de esa derrota de Táchira ante Lara en el Farid Richa, lo dejaba prácticamente con las opciones de ganar y ligar. Mientras existiera el chance, seguía creyendo le decía a cualquiera con el que conversaba esos días. Me enfundé la aurinegra en cada partido del hexagonal, lo vivía como si fuera el último. Luego de la victoria de Táchira con doblete de Góndola, miraba el Monagas – La Guaira y pensaba: «Aquí tiene que ser, me niego a ver a Táchira afuera antes del 11 diciembre». Grité los goles de Riasco y Cumana como un hincha más de La Guaira, Estaba temblando y conmovido, esperando a que terminara el juego y poder decir «Táchira está en la final». Cuando terminó agradecí, y miraba la foto de mi papá, porque sé que me hubiese dicho: «Hay que tener fe», inevitablemente lloré. El día de la final contra Caracas, me tocó ver los penales desde un celular y la ansiedad fue mayor. Cuando Marlon anotó el penal ganador, no creía que Táchira había salido campeón, hasta que vi el banner con el escudo diciendo «campeón 2021», ahí no aguanté el llanto. Era la primera temporada sin mi viejo, y solo me quedaba abrazar el portarretrato de mi papá. He estado en el estadio en la séptima, en la octava, pero ninguno como celebrar la novena sufriendo detrás de una pantalla, por todo lo que atrevesé, porque fue una manera de encontrarme con mi viejo aunque sea por un rato, porque no importa las circunstancias, siempre lo llevaré conmigo. Ese momento para mí quedará para toda la vida. Las palabras que no le quise prestar mucha atención, fueron escuchadas. Él me lo dijo y se dio, como todas las veces que cumplió con su palabra, porque realmente con él no me faltó nada, ni cariño ni lo material. Fue un papá ejemplar en todos los aspectos. Con sus virtudes y sus defectos dio lo mejor de él, y eso me hace sentir orgulloso.

La imagen que más me conmovió en el año, la selfie más atípica porque fue un momento de sentimientos encontrados. Yo con la aurinegra de mi papá puesta, minutos después de la tanda de penales.

Este 2021 asumí un reto personal, me cambié el nombre de mi cuenta de Twitter a @eldatodreinaldo, porque sentía que debía darle un sentido profesional para poder compartir una pasión que me quedó marcada para siempre, y que sé que desde arriba él estará contento, porque todo es en su memoria.

El 2021 me dio una lección de vida importante, Dios aprieta pero no ahorca. Por más de que las dificultades existan, siempre hay una luz al final del túnel, y hay que luchar por llegar a donde esté esa luz.

En el 2021 los sueños se me rompieron en pedazos, y me toca que recogerlos y unirlos para volverlos a construir de la mano de él (Amos David).

Solo le pido a Dios que permita vivir el 2022, solo vivirlo. Solo él dispondrá de mis planes.

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